Hay muchas pruebas de que los problemas no pueden resolverse militarmente. Según estudios, ha habido más de 14.400 guerras en la historia de la humanidad, que se han cobrado la vida de unos 3.500 millones de personas. El mundo esta «descontrolando» y los humanos tenemos la capacidad de evitarlo. ¿Por qué no lo hacemos?
Tendemos a ver la guerra y la paz como opuestos. «La paz es la ausencia de guerra» es una de estas definiciones. Pero creer que tendremos paz cuando acabe la guerra en Ucrania puede ser demasiado corto de miras. Lo mismo puede decirse de la guerra en Israel. Si el fin de la guerra no conlleva también el fin de los conflictos subyacentes, las tensiones seguirán existiendo. El fin de la guerra sólo desplaza las posibilidades, de modo que no habrá una paz real ni siquiera después de la guerra.
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En la paz, la guerra no desempeña ningún papel
El significado de la paz se pondría mejor de relieve si no se considerara únicamente como un estado definido por la ausencia de guerra. La paz es un proceso dinámico en el que la guerra no desempeña ningún papel. Este enfoque ya desplaza un poco el centro de atención.
Pensar hacia atrás: desde el beneficio esperado hacia la solución
La pregunta de qué hacer cuando te encuentras en un conflicto con otros que ni siquiera te escuchan, que te excluyen, te menosprecian o simplemente te descartan, es válida y no fácil de contestar. La teoría de Schwarz presenta las opciones estratégicas del comportamiento conflictivo en forma de pirámide: la guerra se encuentra en la base de la pirámide, en el 2º nivel, y se sitúa en la confrontación la cual la aproxima al comportamiento animal en una fase temprana de la evolución. En esta fase el pensamiento racional y lógico es inexistente.
«El mismo pensamiento que conduce a un problema no puede conducir a salir de él», Albert Einstein.
Aquí es donde la mediación integral entra en juego, porque por definición, la mediación es un tipo de pensamiento lógico que conduce fuera del problema y no se dirige linealmente hacia delante. La gran diferencia es que la mediación piensa hacia atrás, desde el beneficio esperado, hacia la solución sostenible, con lo que conduce los pensamientos fuera del problema. Esta manera de pensar puede ayudar a eliminar todos los obstáculos que impiden a las partes en el conflicto encontrar por sí mismas la solución.
Recapacitar: hacer las preguntas correctas para encontrar consensos
La mediación tiene un papel especial que desempeñar en la búsqueda del equilibrio, puede ayudar a formular las preguntas adecuadas y ser el elemento mediador en el que la comprensión (empatía) pase a primer plano. Una cosa está clara: si se busca, se puede encontrar al menos un consenso básico. Sin embargo, lo encontraremos en un nivel completamente distinto y, desde luego, no en las soluciones bélicas que ya se están barajando: Debería haber consenso en que todos somos sólo humanos. Debería haber consenso en que todos vivimos en el mismo mundo. Debería haber consenso en que ya no tendremos dónde vivir si el mundo llega a su fin. Quizá también podamos llegar al consenso de que formamos parte de la misma sociedad global a pesar de todas nuestras diferencias culturales. Un consenso de que todos queremos la paz también lo conseguirá, sin duda.
Crear obstáculos al planteamiento bélico
Otro pilar importante hacia una solución duradera, será posible cuando se facilite el camino de la cooperación y se dificulte el de la confrontación. Desde un punto de vista estratégico, hay que eliminar los obstáculos hacia la negociación, al tiempo que se tienen que crear obstáculos al planteamiento bélico.
Queda claro que no habrá paz a menos que empecemos a recapacitar. Si lo conseguimos, no estaremos indefensos a las guerras. Entonces no sólo podremos poner fin a las guerras existentes, sino también evitar nuevas guerras. En consecuencia hay que diseñar una estrategia de salida, de las guerras, pero también una estrategia de entrada a la paz duradera.
