Artículo original escrito en ingles por Ipinoluwa Oluwafowokanmi
«La educación para la paz no es abstracta, es transformadora».
Me di cuenta de este hecho el día que fuimos a una escuela para nuestra Campaña de Educación para la No Violencia. Un grupo de adolescentes en un aula de Ilorin, en el estado de Kwara (Nigeria), respondió a la campaña de educación para la paz no con bromas o actitudes desinteresadas, sino con una reflexión sobre comportamientos pasados. Lo mejor es volver a ese colegio y escuchar cómo han aprendido sobre la empatía, el diálogo y el uso responsable de las plataformas digitales.
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No se trata solo de palabras, es una transformación.
A través de nuestro trabajo en Peace Bridge Initiative, he sido testigo de cómo la educación digital puede ser mucho más que aprender a usar dispositivos. Es un cambio de mentalidad. Es aprender a cuestionar, a buscar la verdad y a participar de manera responsable en un mundo digital que a menudo recompensa la violencia y el abuso por encima de la comprensión y la empatía.
Todos procedemos de entornos diversos, a menudo marcados por las dificultades económicas, las tensiones comunitarias o la desconfianza política. Pero cuando se nos presenta el concepto de ciudadanía digital, algo cambia. De repente, ya no nos limitamos a desplazarnos por la pantalla, sino que creamos historias transformadoras. No solo reaccionamos, sino que nos acercamos a los demás. Y cuando combinamos eso con la educación para la construcción de la paz, el resultado es profundo: los jóvenes eligen construir, no destruir.
Educación para la conciencia digital
La educación está pasando de centrarse únicamente en las materias básicas a aprender las interacciones sociales y cómo gestionar el mundo dual en el que vivimos: el mundo físico y el mundo digital. Es sorprendente cómo podemos ser dos personas diferentes en estos dos mundos.
En los seminarios web que hemos celebrado, hemos escuchado testimonios transformadores sobre cómo los jóvenes comparten publicaciones negativas solo por «pasotismo». Un joven dijo: «Me pareció divertido y me pareció bien compartirlo». Ese momento desencadenó una conversación más profunda sobre la responsabilidad digital. Hablamos de los desencadenantes emocionales y de la guerra silenciosa de la desinformación y sus efectos en las víctimas. Por primera vez, muchos de ellos vieron la conexión entre sus «me gusta», comentarios, compartidos y la violencia que esto genera.
La construcción de la paz hoy en día debe encontrar a los jóvenes donde están, en línea. Ya tienen la herramienta, la tecnología, pero la educación digital viene con cómo usar esta tecnología para el bien.
De consumidores a creadores
Lo que más me inspira es ver a los jóvenes pasar de ser consumidores pasivos del ruido digital a creadores activos de esperanza digital. En nuestra organización, teníamos miembros que producían música sobre educación para la paz y locuciones para charlas sobre la paz. No se trata de estudiantes de élite con títulos en tecnología, sino de jóvenes que, a través de la educación digital, descubrieron sus voces y las utilizaron como medio para construir la paz.
Y cuando sus compañeros los escuchan, algo cambia en el ambiente.
Crear un espacio para la paz en línea
Internet es un «herramienta» de doble filo. Cada uno de sus filos se puede utilizar para el bien o para el mal. En el lado bueno se encuentra un grupo de WhatsApp en el que los jóvenes se apoyan mutuamente en momentos de dolor, una plantilla compartida de Canva que se utiliza para representar la unidad, un comentario en Facebook que apacigua un conflicto en lugar de avivarlo. Estas son las victorias silenciosas que rara vez contamos, pero son las que nos permiten proteger la frágil fe en la humanidad.
Un mensaje positivo, una publicación o una conexión a la vez marcan la diferencia que queremos ver.
La educación digital no se trata solo de habilidades. Se trata de dar forma a una cultura que se niega a apartar la mirada de la violencia, tanto en línea como fuera de línea. Se trata de criar una generación que sepa cómo codificar la paz en el tejido mismo de su presencia digital.