Los algoritmos de recomendación de las redes sociales, a menudo criticados por su interés en generar más visibilidad y «engagement» fomentando la división y la radicalización, encierran un potencial inexplorado hasta ahora: podrían orientar el discurso digital hacia una dirección más constructiva y cooperativa ( sin perder su foco de interés; generar visibilidad y «engagement» ).
En una época en la que la polarización y la fragmentación no solo moldean los discursos, sino que también dividen a las sociedades, surge una pregunta esencial…
Tabla de contenidos
¿Cómo pueden las tecnologías digitales cambiar nuestra forma de comunicarnos, no para peor, sino para mejor?
Inteligencia Artificial como arquitecto del diálogo
Los mecanismos de recomendación actuales en las redes sociales tienen un objetivo claro: maximizar la interacción. Sin embargo, lo que comenzó a principios de los años 2000 como una innovación, se ha convertido ahora en un problema. Estos algoritmos priorizan contenidos que generan indignación, polémica o sensacionalismo. Este mecanismo no solo amplifica la difusión de desinformación, sino que refuerza la percepción de que vivimos en un mundo de antagonismos irreconciliables.
Pero los algoritmos son herramientas y no destinos inevitables. Pueden ser «re-programados», no para profundizar la división, sino para construir puentes entre nosotros y fomentar el diálogo. Aquí es donde entran en juego los llamados «algoritmos de conexión» o “Bridging-Algorithms”. Funcionan de manera diferente: en lugar de evaluar los contenidos según su potencial de clics, priorizan aquellos que conectan a personas con perspectivas distintas y fomentan una base común.
Lejos de ser un concepto utópico, estos algoritmos ya han demostrado su eficacia en la práctica:
Polis: Una herramienta de código abierto utilizada en Taiwán en 2015 para moderar un debate socialmente controvertido sobre Uber visualizando las opiniones y destacó propuestas que fueron apoyadas por la mayoría de los grupos. El resultado fue un proceso democrático basado en el consenso, y no en la confrontación. Este ejemplo muestra que existen alternativas capaces de transformar el discurso digital en algo más que un espacio para la polarización y el cinismo.
El desafío: rentabilidad vs. democracia
La pregunta que se plantea ¿Por qué estos enfoques innovadores no se han adoptado de manera más amplia? La respuesta es clara: los «algoritmos de conexión» son menos rentables. No generan máximos en tiempo de permanencia ni en interacciones, y contradicen el modelo de negocio actual de las plataformas. El Digital Services Act (DSA) es un primer paso para responsabilizar a las plataformas pero se necesita más: un debate social amplio sobre cómo queremos que se diseñen nuestros espacios digitales públicos.
Porque los puentes que construyamos en los espacios digitales pueden convertirse en la base de una sociedad más justa y orientada al diálogo.
«La salud de una democracia depende de la calidad de las conversaciones que fomenta.» , James Madison