Desde mi perspectiva existen momentos en la historia que lo cambian todo. Épocas en las que no solo cambia el «escenario de la vida», sino la «obra» en sí.
Estos puntos de inflexión pueden parecernos inevitables en retrospectiva pero para quienes los viven significan caos, pérdida y una dolorosa reorientación. La pregunta que nos ocupa no es si alcanzaremos un punto de inflexión, ya lo hemos hecho, sino cómo lo enfrentaremos.
Albert Einstein, «No podemos resolver nuestros problemas con el mismo pensamiento que usamos cuando los creamos.»
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La civilización moderna comienza a tambalearse
En el siglo XVIII, fue la Revolución Industrial la que transformó a las comunidades agrarias en estructuras urbanas masivas. Las máquinas de vapor, las fábricas y la producción en masa no solo crearon nuevas riquezas, sino también las luchas de clases que hasta hoy heredamos como parte del legado del capitalismo. Aprendimos a construir máquinas, pero no a manejar su poder. ¿Sigue el ser humano siendo el arquitecto de su futuro o se ha convertido en una pieza más de la maquinaria que él mismo creó?
Hoy nos encontramos al borde de un nuevo cambio aún más profundo. El cambio climático ya no es ese espectro lejano que acecha en el horizonte, sino una realidad omnipresente. Aunque no lo vemos siempre en nuestro día a día, pero las olas de calor, las inundaciones y los incendios forestales ya están cobrando su precio, y tal vez lo peor aún está por llegar. El hielo se derrite, los mares suben, y el frágil equilibrio sobre el que se ha construido la civilización moderna comienza a tambalearse. Como en todos los puntos de inflexión, la pregunta es: ¿tendremos el coraje de cambiar antes de que la catástrofe sea inevitable?
Gutenberg y la era de la información
Los libros de historia nos hablan de las grandes revoluciones, de guerras y descubrimientos, pero los verdaderos puntos de inflexión son más sutiles. No ocurren de la noche a la mañana. Se filtran lentamente por las grietas de la realidad hasta que ya no se pueden ignorar. Así fue con Gutenberg, cuya invención de la imprenta nos catapultó a la era de la información. Lo que en su momento fue visto como una innovación técnica, se transformó en una «herramienta» de emancipación. Pensamientos que antes solo habitaban en las mentes de unos pocos, encontraron su camino hacia las masas. La democracia, la ciencia y la ilustración: todos estos pilares fundamentales de nuestra sociedad no habrían sido posibles sin la imprenta de Gutenberg.
Pero hoy, en plena revolución digital, vemos el lado oscuro de esta moneda. La información está en todas partes, pero también está fragmentada, dispersa. El mundo digital que alguna vez prometió ser una nueva Ilustración, se ahoga ahora en un océano de opiniones, hechos y ficciones. Parece que el conocimiento ya no es poder, sino caos, en el que el individuo apenas puede orientarse. ¿Qué queda cuando nos ahogamos en información pero perdemos la sabiduría para comprenderla? Antes de la ilustración las personas creían y rezaban y sabían poco, pero hoy sabemos mucho más pero nos lo creemos.
Los puntos de inflexión no son lineales
Si miramos de nuevo atrás; la Revolución Francesa cambió radicalmente el panorama político de Europa. Libertad, igualdad y fraternidad: estas ideas se extendieron como la pólvora y allanaron el camino a los movimientos democráticos en todo el mundo. Pero este proceso fue sangriento, caótico y estuvo lejos de terminar. Al igual que las revoluciones del siglo XVIII, el final de la Segunda Guerra Mundial trajo una reorganización del mundo, se fundo la ONU, pero también nació la guerra fría y una «batalla» constante por el poder y la estabilidad.
Sin embargo, a lo que nos enfrentamos hoy podría ser el mayor punto de inflexión de todos. La revolución digital y el cambio climático son sólo la punta del iceberg. El siglo 21 nos obliga a replantearnos los fundamentos de nuestra civilización. No es sólo una cuestión de tecnología o economía, es una cuestión de la propia humanidad. Como en todos los puntos de inflexión, se trata del poder: ¿quién lleva las realmente las riendas? En el siglo 18, fueron los industriales. Hoy podrían ser los gigantes tecnológicos quienes determinen el cambio digital y ecológico, ya que el poder es imenso.
La historia nos enseña que los puntos de inflexión no son lineales. El renacimiento y la ilustración trajeron enormes progresos a la humanidad, pero también tuvieron un coste. La humanidad había dejado atrás la oscuridad de la edad media, pero el camino hacia un futuro ilustrado no era ni sencillo ni fácil. Hoy ocurre algo parecido: estamos en el umbral de una nueva era, un punto de inflexión que se caracterizará por grandes incertidumbres del futuro, contradicciones en nuestra manera de ser y funcionar y por los constantes conflictos violentos.
Transformar nuestra civilización
A medida que avanzamos por la primera mitad del siglo XXI, nos enfrentamos a una pregunta histórica cuya respuesta definirá nuestro futuro: ¿somos capaces de transformar nuestra civilización antes de que el planeta nos obligue a hacerlo? Como en todos los puntos de inflexión, la decisión no está solo en manos de los poderosos. Los cambios que se avecinan afectarán profundamente a nuestras raíces: la forma en que trabajamos, vivimos y consumimos. Nada seguirá igual. El cambio climático nos enfrenta a un desafío que ningún grupo aislado puede manejar por sí solo. Requerirá un nuevo contrato social, un consenso global que no se base únicamente en tecnologías o fuerzas del mercado, sino en una re-definición de lo que significa ser humano.
El futuro no está escrito en las estrellas, sino en nuestras manos. Pero estas manos nos resbalan en este preciso momento.